viernes, 1 de mayo de 2020

20)Santa Maria Goretti



Santa María Goretti-Mártir de la Pureza






María nació el 16 de octubre de 1890, en Corinaldo, provincia de Ancona, Italia. Hija de Luigi Goretti y Assunta Carlini, siendo la tercera de siete hijos. Al día siguiente de su nacimiento, Maria fue bautizada y consagrada a la Virgen. A los seis años recibe el sacramento de la Confirmación.

La familia Goretti Carlini se traslada a Ferriere Di Conca

Después del nacimiento de su cuarto hijo, Luigi Goretti, por la dura crisis económica por la que atravesaba, decide emigrar con su familia a las grandes llanuras de los campos romanos, todavía insalubres en aquella época.

Al entrar al servicio del conde Mazzoleni, Luigi Goretti se había asociado con Giovanni Serenelli y su hijo Alessandro. Ambas familias vivían en apartamentos separados, aunque con la cocina en común. Al poco tiempo Luigi se arrepiente de aquella unión con Giovanni Serenelli, al ser este una persona muy diferente de los suyos, bebedor y carente de discreción en sus palabras.

Infancia de María Goretti

Tras un año de trabajo agotador, el padre de María contrae malaria y fallece en diez días. Comienza un largo calvario para la familia Goretti Carlini, este suceso hizo que la niñez de María transcurriera de una forma bastante dura.

Desde la muerte de su marido, Assunta siempre estuvó en el campo y ni siquiera tuvo tiempo de ocuparse de la casa, ni de la instrucción religiosa de los más pequeños. María se encarga de todo, en la medida de lo posible. Durante las comidas, no se sienta a la mesa hasta que no haya servido a todos, y para ella sirve las sobras. Su obsequiosidad se extiende igualmente a los Serenelli.

Por su parte, Giovanni, cuya esposa había fallecido en el hospital psiquiátrico de Ancona, no se preocupa para nada de su hijo Alessandro, joven robusto de diecinueve años, grosero y vicioso, al que le gusta empapelar su habitación con imágenes obscenas y leer libros indecentes.

En su lecho de muerte, Luigi Goretti había presentido el peligro que la compañía de los Serenelli representaba para sus hijos, y había repetido sin cesar a su esposa:

¡Assunta, regresa a Corinaldo!

Por desgracia Assunta está endeudada y comprometida por un contrato de arrendamiento.

En ausencia de su padre María con frecuencia calmara la angustia de su madre con las siguientes palabras:

  “Ánimo, mamá, no tengas miedo, que ya nos hacemos mayores. Basta con que el Señor nos conceda salud. La Providencia nos ayudará. ¡Lucharemos y seguiremos luchando!”



La fe de María

María y sus hermanos no pudieron ir a la escuela a causa de la pobreza, pero ella y sus cinco hermanos fueron educados por sus padres en el respeto a sí mismos y a los demás, así como en el sentido del deber cumplido por amor a Dios.

Desde pequeña María anhelaba recibir la Sagrada Eucaristía. Según era costumbre en la época, debía esperar hasta los once años, pero un día le preguntó a su madre:


-Mamá, ¿cuándo tomaré la Comunión?Quiero a Jesús

- ¿Cómo vas a tomarla, si no te sabes el catecismo? Además, no sabes leer, no tenemos dinero para comprarte el vestido, los zapatos y el velo, y no tenemos ni un momento libre.

- ¡Pues nunca podré tomar la Comunión, mamá! ¡Y yo no puedo estar sin Jesús!

Y, ¿qué quieres que haga? No puedo dejar que vayas a comulgar como una pequeña ignorante.

Ante estas condiciones, María comenzó a prepararse con la ayuda de una persona del lugar, tantas eran sus ansias de prepararse dignamente para aquel paso y tanta era su afición a escuchar las cosas de Dios. 

El sacerdote se esforzaba en cultivar las almas de los pequeños que preparaban para comulgar, los animó a que, en el gran día de su Unión con Jesús, le ofrecieran tres resoluciones:

1) No ofender a Dios con el pecado. 

2) Pureza a toda costa. 

3) Rezar, cada día antes de acostarse las tres Avemarías. 

De esta manera, María se dispuso a recibir la Eucaristía el 29 de mayo de 1902, vistió para la gran ceremonia el vestido color rosa con puntitos blancos que le regaló una señora amiga, los zapatos nuevos y el velo blanco, ofrendados también por amables vecinas que estimaban en gran medida a los Goretti.

Nuestra niña (comenta Asunta), se dispuso a recibir la comunión con todo el fervor y el amor de que era capaz su corazón.

María no llevo aquel día en su frente corona alguna de flores, pero sus pensamientos celestiales adornaban su entendimiento con la más florida de las guirnaldas y la más rica de las diademas.


Pureza eterna y sufrimiento redentor

Alessandro Serenelli comienza a confraternizar con la familia Goretti Carlini, rezaban en el rosario, el mismo acompaña a la familia para asistir a la Santa Misa, los Goretti lo habían adoptado como a un hermano mayor.

Luego de un tiempo, Alessandro comenzó a hacer proposiciones deshonestas a la inocente María, que en un principio no comprende. Más tarde, al adivinar las intenciones perversas del muchacho, la joven está sobre aviso y rechaza la adulación y las amenazas.

Suplica a su madre que no la deje sola en casa, pero no se atreve a explicarle claramente las causas de su pánico, pues Alessandro la ha amenazado:

"Si le cuentas algo a tu madre, te mato"

Su único recurso es la oración.






La víspera de su muerte, María pide de nuevo llorando a su madre que no la deje sola, pero, al no recibir más explicaciones, ésta lo considera un capricho y no concede ninguna importancia a aquella reiterada súplica.

El 5 de julio, a unos cuarenta metros de la casa, están trillando las habas en la tierra. Alessandro lleva un carro arrastrado por bueyes. Lo hace girar una y otra vez sobre las habas extendidas en el suelo. Hacia las tres de la tarde, en el momento en que María se encuentra sola en casa, Alessandro dice:

"Assunta, ¿quiere hacer el favor de llevar un momento los bueyes por mí?"

Sin sospechar nada, la mujer lo hace. María, sentada en el umbral de la cocina, remienda una camisa que Alessandro le ha entregado después de comer, mientras vigila a su hermanita Teresina, que duerme a su lado.

-¡María!, grita Alessandro.

-¿Qué quieres?

-Quiero que me sigas.

-¿Para qué?

-¡Sígueme!

-Si no me dices lo que quieres, no te sigo.

Ante semejante resistencia, el muchacho la agarra violentamente del brazo y la arrastra hasta la cocina, atrancando la puerta. La niña grita, pero el ruido no llega hasta el exterior.

Al no conseguir que la víctima se someta, Alessandro la amordaza y esgrime un puñal. María se pone a temblar pero no sucumbe.

Furioso, el joven intenta con violencia arrancarle la ropa, pero María se deshace de la mordaza y grita:

-No hagas eso, que es pecado... Irás al infierno.

Poco cuidadoso del juicio de Dios, el desgraciado levanta el arma:

-Si no te dejas, te mato.

Ante aquella resistencia, la atraviesa a cuchilladas. La niña se pone a gritar:

-¡Dios mío! ¡Mamá!

y cae al suelo.

Creyéndola muerta, el asesino tira el cuchillo y abre la puerta para huir, pero, al oírla gemir de nuevo, vuelve sobre sus pasos, recoge el arma y la traspasa otra vez de parte a parte; después, sube a encerrarse a su habitación.

María recibió catorce heridas graves y quedó inconsciente. Al recobrar el conocimiento, llama al señor Serenelli:

-¡Giovanni! Alessandro me ha matado...Venga.

Casi al mismo tiempo, despertada por el ruido, Teresina lanza un grito estridente, que su madre oye. Asustada, le dice a su hijo Mariano:

Corre a buscar a María; dile que Teresina la llama.

En aquel momento, Giovanni Serenelli sube las escaleras y, al ver el horrible espectáculo que se presenta ante sus ojos, exclama:

¡Assunta, y tú también, Mario, venid!

Mario Cimarelli, un jornalero de la granja, trepa por la escalera a toda prisa. La madre llega también:

¡Mamá!, gime María. -¡Es Alessandro, que quería hacerme daño!

Llaman al médico y a los guardias, que llegan a tiempo para impedir que los vecinos, muy excitados, den muerte a Alessandro en el acto.

Al llegar al hospital, los médicos se sorprendieron de que la niña todavía no haya sucumbido a sus heridas, pues ha sido alcanzado el pericardio, el corazón, el pulmón izquierdo, el diafragma y el intestino. Al diagnosticar que no tiene cura, llamaron al capellán.

María se confiesa con toda claridad. Luego, durante dos horas, los médicos la cuidaron sin dormirla.

María no se lamenta, y no deja de rezar y de ofrecer sus sufrimientos a la Santísima Virgen, Madre de los Dolores. Su madre consiguió que le permitan permanecer a la cabecera de la cama. María aún tiene fuerzas para consolarla:


Mamá, querida mamá, ahora estoy bien... ¿Cómo están mis hermanos y hermanas?

En un momento, María le dice a su mamá:


- Mamá, dame una gota de agua.


- Mi pobre María, el médico no quiere, porque sería peor para ti.

Extrañada, María sigue diciendo:


-¿Cómo es posible que no pueda beber ni una gota de agua?

Luego, dirige la mirada sobre Jesús crucificado, que también había dicho

 ¡Tengo sed!

y entendió. 

El sacerdote también está a su lado, asistiéndola paternalmente. En el momento de darle la Sagrada Comunión, le preguntó:

-María, ¿perdonas de todo corazón a tu asesino?

Ella le respondió:

-Sí, lo perdono por el amor de Jesús, y quiero que él también venga conmigo al paraíso. Quiero que esté a mi lado... Que Dios lo perdone, porque yo ya lo he perdonado. 

Pasando por momentos análogos por los que pasó el Señor Jesús en la Cruz, María recibió la Eucaristía y la Extremaunción, serena, tranquila, humilde en el heroísmo de su victoria.

Después de breves momentos, se le escucha decir:


"Papá"

Finalmente, María entra en la gloria inmensa de la Comunión con Dios Amor. Es el día 6 de julio de 1902, a las tres de la tarde, se cumple su propósito morir antes que pecar. Tenia 11 años.


Proceso de canonización 

La fama de María Goretti se extendía cada vez más y fueron apareciendo las muestras de santidad, que fue fruto de su cercanía a Dios y su devoción a la Virgen María.

Después de numerosos estudios, la Santa Sede la canonizó el 24 de junio de 1950 en una ceremonia que se tuvo que realizar en la Plaza de San Pedro debido a la cantidad de asistentes que se calculaban en más de quinientas mil personas.

En la ceremonia de canonización acompañaron a Pío XII la madre, dos hermanas y un hermano de María. Durante esta ceremonia Su Santidad  exhaltó la virtud de la santa y sus estudiosos afirman que por la vida que llevó aún cuando no hubiera sido mártir habría merecido ser declarada santa.




Aprendan los padres y madres de familia cuán importante es el que eduquen a los hijos que Dios les ha dado en la rectitud, la santidad y la fortaleza, en la obediencia a los preceptos de la religión católica, para que, cuando su virtud se halle en peligro, salgan de él victoriosos, íntegros y puros, con la ayuda de la gracia divina. Aprenda la alegre niñez, aprenda la animosa juventud a no abandonarse lamentablemente a los placeres efímeros y vanos, a no ceder ante la seducción del vicio, sino, por el contrario, a luchar con firmeza, por muy arduo y difícil que sea el camino que lleva a la perfección cristiana, perfección a la que todos podemos llegar tarde o temprano con nuestra fuerza de voluntad, ayudada por la gracia de Dios, esforzándonos, trabajando y orando.

No todos estamos llamados a sufrir el martirio, pero sí estamos todos llamados a la consecución (acción y efecto de conseguir) de la virtud cristiana. Pero esta virtud requiere una fortaleza que, aunque no llegue a igualar el grado cumbre de esta angelical doncella, exige, no obstante, un largo, diligentísimo e ininterrumpido esfuerzo, que no terminará sino con nuestra vida.



San Juan Pablo II, Julio 07, 2002.
Santa María Goretti es un ejemplo para las nuevas generaciones, amenazadas por una mentalidad de falta de compromiso, a la que les cuesta comprender la importancia de los valores sobre los que no es lícito llegar a compromisos.

Su martirio recuerda que el ser humano no se realiza siguiendo sus impulsos de placer, sino viviendo su propia vida en el amor y la responsabilidad. Sé muy bien, queridos jóvenes, que sois sumamente sensibles a estos ideales, quisiera repetiros hoy: ¡no dejéis que la cultura del tener y del placer adormezca vuestras conciencias! Sed «centinelas» despiertos y vigilantes para ser auténticos protagonistas de una nueva humanidad.


El testamento espiritual de Alessandro Serenelli, el asesino de Sta. María Goretti :
“Soy un anciano de casi ochenta años y estoy listo para partir. Echando una ojeada a mi pasado, reconozco que en mi primera juventud escogí el mal camino, el camino del mal que me llevó a la ruina. Veía a través de la prensa, los espectáculos y los malos ejemplos que la mayoría de los jóvenes siguen ese mal camino, sin reflexionar. Y yo hice lo mismo sin preocuparme por nada.

Tenía cerca de mí a personas que creían y vivían su fe, pero no me fijaba en esto, cegado por una fuerza salvaje que me arrastraba hacia el mal camino. Cuando tenía veinte años, cometí un crimen pasional, del cual hoy me horrorizo con sólo recordarlo. María Goretti, ahora una santa, fue el ángel bueno que la Providencia puso ante mis pasos. Todavía tengo impresas en mi corazón sus palabras de reproche y de perdón. Ella rezó por mí, intercedió por mí, su asesino.

Luego vinieron 30 años de cárcel. Si no hubiese sido menor de edad, habría sido condenado a cadena perpetua. Acepté la sentencia que merecía, expié con resignación mi culpa. María [Goretti] fue realmente mi luz y mi protectora; con su ayuda, me porté bien y traté de vivir honestamente cuando fui aceptado nuevamente entre los miembros de la sociedad. Los hijos de San Francisco, los capuchinos de le Marche, me recibieron en su monasterio con su angélica caridad, no como a un sirviente sino como a un hermano. Con ellos convivo desde 1936.

Ahora estoy esperando serenamente ser admitido a la visión de Dios, abrazar de nuevo a mis seres queridos, estar junto a mi ángel protector y a su querida madre, Assunta. Desearía que quienes lean estas líneas aprendan la estupenda enseñanza de evitar el mal y de seguir siempre el buen camino, desde la niñez. Piensen que la Religión, con sus mandatos, no es algo que pueda dejarse de lado, sino el verdadero consuelo, la única vía segura en todas las circunstancias, también en las más dolorosas de la vida. ¡Paz y bien!”

Alessandro Serenelli, 5 de mayo de 1961

El Testimonio Espiritual de Alessandro Serenelli, se encontró a su muerte (6 de mayo, 1970) en un sobre cerrado, con fecha del 5 de mayo, en el convento capuchino de Macerata.







Señor Dios, 
que eres fuerza de las almas inocentes y te complaces en los corazones limpios, 
tú que otorgaste a santa María Goretti la palma del martirio en la edad juvenil, 
concédenos, por su intercesión, 
la constancia en tus mandamientos, el perdonar a los que nos ofenden...
y darnos a nosotros tambien, así como a esta virgen le diste la victoria en el combate,
la posibilidad de que podamos librar el nuestro, tomados de la mano de Maria 

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo y Señor Nuestro
Que vive y reina en unidad con el Espiritu Santo

Por los siglos de los siglos.
Amen







Autor: Carmen Cardozo.Coordinadora de la Pj de Santa Maria Goretti-Dk1.
Nominamos a: Daniel Vera,Coordinador de la Pj Virgen de Nazareth-Dk5





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