San Francisco Javier
Francisco de Jaso y Azpilicueta, más conocido como Francisco Javier, o también como Francisco Xavier, Francisco de Javier o Francés de Jaso nació el 7 de abril de 1506 en Reino de Navarro, fue un religioso y misionero navarro de la Compañía de Jesús nacido en la localidad de Javier (Reino de Navarra) y fallecido el 3 de diciembre de 1552 en la isla Shangchuan (China).
Se le atribuye el patronazgo de las Misiones Católicas del mundo y su festividad se celebra el 3 de diciembre.
Son pocos los hombres que tienen el corazón tan grande como para responder a la llamada de Jesucristo e ir a evangelizar hasta los confines de la tierra. San Francisco Javier es uno de esos. Con razón ha sido llamado: "El gigante de la historia de las misiones" y el Papa Pío X lo nombró patrono oficial de las misiones extranjeras y de todas las obras relacionadas con la propagación de la fe. La oración del día de su fiesta dice así: "Señor, tú has querido que varias naciones llegaran al conocimiento de la verdadera religión por medio de la predicación de San Francisco Javier".
El famoso historiador Sir Walter Scott comentó: "El protestante más rígido y el filósofo más indiferente no pueden negar que San Francisco Javier supo reunir el valor y la paciencia de un mártir con el buen sentido, la decisión, la agilidad mental y la habilidad del mejor negociador que haya ido nunca en embajada alguna".
Era el benjamín de la familia. A los dieciocho años fue a estudiar a la Universidad de París, en el colegio de Santa Bárbara, donde en 1528, obtuvo el grado de licenciado. Dios estaba preparando grandes cosas, por lo que dispuso que Francisco Javier tuviese como compañero de la pensión a Pedro Favre, que sería como él, jesuita y luego beato, también providencialmente conoció a un extraño estudiante llamado Ignacio de Loyola, ya bastante mayor que sus compañeros.
Al principio Francisco rehusó la influencia de Ignacio el cual le repetía la frase de Jesucristo: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?". Este pensamiento al principio le parecía fastidioso y contrario a sus aspiraciones, pero poco a poco fue calando y retando su orgullo y vanidad. Por fin San Ignacio logró que Francisco se apartara un tiempo para hacer un retiro especial que el mismo había desarrollado basado en su propia lucha por la santidad.
Se trata de los "Ejercicios Espirituales". Francisco fue guiado por Ignacio en aquellos días de profundo combate espiritual y quedó profundamente transformado por la gracia de Dios. Comprendió las palabras de Ignacio: "Un corazón tan grande y un alma tan noble no pueden contentarse con los efímeros honores terrenos. Tu ambición debe ser la gloria que dura eternamente".
Llegó a ser uno de los siete primeros seguidores de San Ignacio, fundador de los jesuitas, consagrándose al servicio de Dios en Montmatre, en 1534. Hicieron voto de absoluta pobreza, y resolvieron ir a Tierra Santa para comenzar desde allí su obra misionera, poniéndose en todo caso a la total dependencia del Papa. Junto con ellos recibió la ordenación sacerdotal en Venecia, tres años más tarde, y con ellos compartió las vicisitudes de la naciente Compañía. Abandonado el proyecto de la Tierra Santa, emprendieron camino hacia Roma, en donde Francisco colaboró con Ignacio en la redacción de las Constituciones de la Compañía de Jesús.
Después de trabajar casi dos años y medio en Japón, dejó su misión a cargo del Padre Cosme de Torres y del Hermano Juan Fernández, y regresó a Goa, llegando allí a principios del año 1552. En Goa le esperaban problemas domésticos. Había que solventar determinados desacuerdos entre el superior, que había sido dejado a cargo de las misiones, y el rector de la escuela. Cuando este problema estuvo solucionado, Javier volvió a pensar en China y comenzó a planear una expedición allí.
Durante su estancia en Japón había oído mucho acerco del Imperio Celestial, y aunque probablemente no tenía idea aproximada de su extensión y grandeza, comprendió que se trataba de un campo enorme para la expansión de la luz del Evangelio. Con la ayuda de algunos amigos organizó una comisión o embajada ante el Soberano de China, obtuvo el nombramiento de embajador del Virrey de la India y, en abril de 1552, abandonó Goa. En Malaca el grupo tuvo dificultades debido a la influencia de los portugueses, que no estaban de acuerdo con la expedición, pero Javier supo cómo solucionarlo y en otoño llegó a la pequeña isla de Sancian, frente a la costa de China, a bordo de un navío portugués. Mientras planeaba la mejor forma de llegar al continente, cayó enfermo y como el movimiento del barco parecía empeorar su condición, fue llevado a tierra. Allí le prepararon una pésima cabaña para cobijarlo y en este lugar miserable, expiró.
Es realmente motivo de admiración que un hombre en el corto espacio de diez años (6 de mayo de 1542 – 2 de diciembre de 1552) pudiera haber visitado tantos países, atravesado tantos mares, predicado el Evangelio a tantas naciones y convertido a tantos infieles. El incomparable empuje apostólico que le animó, y los estupendos milagros que Dios realizó a través de él explican esta maravilla, que no tiene parangón. La lista de los principales milagros puede ser encontrada en la Bula de canonización.
San Francisco Javier es considerado el mayor misionero desde la época de los Apóstoles, y el entusiasmo que mostró, los maravillosos milagros que realizó, y el enorme número de almas que trajo a la luz de la Fe verdadera, le hacen merecedor de tal distinción.
Fue canonizado con San Ignacio en 1622, aunque debido a la muerte de Gregorio XV la Bula de canonización no fue publicada hasta el año siguiente.
El cuerpo del santo sigue siendo venerado en Goa, en la iglesia que antiguamente perteneció a la Compañía. En 1614 por orden de Claudio Acquaviva, General de la Compañía de Jesús, el brazo derecho fue cortado a la altura del codo y enviado a Roma, donde para recibirlo se erigió el altar existente actualmente en la iglesia de los Jesuitas.
¡Oh, gran San Francisco Javier!, bienaventurado y glorioso,
predicador incansable y prodigioso misionero que al servicio de Dios Padre recorriste el mundo entero: junto a ti adoro la Divina Majestad,
me alegro especialmente por las gracias que te entregó en vida
y por la gloria que te concedió después de la muerte, le doy gracias a Dios, y te pido, con todo el afecto de mi corazón, que mediante tu poderosa intercesión puedas concederme, sobre todas las cosas,
la gracia de vivir una vida de Santidad y una muerte santa.
¡Santo protector de las causas perdidas glorioso san Francisco Javier!,
tú que nunca te diste por vencido, te ruego me asistas con tu poder
y me ayudes en esta especial necesidad que me angustia y considero perdida: (hacer la petición)
pero si lo que te pido no es para la gloria de Dios y el bien de mi alma,
te ruego, me otorgues las gracias necesarias para lograrlo así como tu perpetua protección, a fin de que, animado por tu ejemplo y tu asistencia pueda vivir santamente y alcanzar la eterna gloria del Cielo.
Amén.
Autor: Camila Martínez - Animadora de la Pastoral Juvenil Santa Librada - Dk9
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