SANTO DOMINGO SAVIO
“¡Quiero ser santo!”, solía decir Santo Domingo Savio, patrono de los niños cantores y también de las embarazadas por haber cumplido en su vida una misión de la Virgen María, mientras era guiado por San Juan Bosco
Domingo, que significa: "el que está consagrado al Señor". Nació en San Giovanni da Riva, el 2 de abril de 1842, en la humilde casita de los esposos Carlos y Brígida. Al año siguiente toda su familia se traslada a las colinas de Murialdo. Es un niño del pueblo, nacido en una familia profundamente cristiana y joven, pobre.
En 1847, su madre lo llevó a la iglesia siendo párroco Juan Bautista Zucca; allí aprendió a ayudar en misa como monaguillo. El 8 de abril de 1849 hace su Primera Comunión. Muy temprano, vestido de fiesta, Domingo se dirige a la Iglesia parroquial de Castelnuovo. Es el primero en entrar al templo y el último en salir. Aquel día fue siempre memorable para él. Arrodillado al pie del altar, con las manos juntas y con la mente y el corazón transportados al cielo, pronuncia los propósitos que venía preparando desde hacía tiempo:
Propósitos que yo, Domingo Savio, hice el año de 1849, a los siete años de edad, el día de mi Primera Comunión:
1. Me confesaré muy a menudo y recibiré la Sagrada Comunión siempre que el confesor me lo permita.
2. Quiero santificar los días de fiesta.
3. Mis amigos serán Jesús y María.
4. Antes morir que pecar.
Estos recuerdos fueron la norma de todos sus actos hasta el fin de su vida.
Cuando San Juan Bosco empezó a preparar a algunos jóvenes para el sacerdocio, con objeto de que le ayudaran en su trabajo en favor de los niños abandonados de Turín, el párroco de Domingo le recomendó al chico. San Juan Bosco, en el primer encuentro que tuvieron los dos, se sintió muy impresionado por la evidente santidad de Domingo, quien ingresó en octubre de 1854 en el Oratorio de San Francisco de Sales de Turín, a los doce años de edad.
Uno de los recuerdos imborrables que dejó Domingo en el Oratorio fue el grupo que organizó en él. Se llamaba la Compañía de María Inmaculada. Sin contar los ejercicios de piedad, el grupo ayudó a Don Bosco en trabajos tan necesarios como la limpieza de los pisos y el cuidado de los niños difíciles.
Falleció, el 9 de marzo de 1857, fue un alumno de san Juan Bosco, en el oratorio de san Francisco de Sales, que se propuso ser santo y murió tres semanas antes de cumplir los 15 años de edad, siendo uno de los santos no mártires más jóvenes de la Iglesia católica.
Poco después de su llegada al Oratorio, Domingo tuvo oportunidad de impedir que dos chicos se peleasen a pedradas. Presentándoles su pequeño crucifijo, les dijo:
"Antes de empezar, mirad a Cristo y decid: -Jesucristo, que era inocente, murió perdonando a sus verdugos; yo soy un pecador y voy a ofender a Cristo tratando de vengarme deliberadamente-. Después podéis empezar arrojando vuestra primera piedra contra mí".
Los dos bribonzuelos quedaron avergonzados.
Domingo observaba escrupulosamente el reglamento; por supuesto, algunos de sus compañeros llevaban a mal que el santo quisiese que ellos observasen el reglamento en la misma forma. Le llamaban chismoso y le decían: "Corre a acusarnos con Don Bosco"; con lo cual no hacían sino mostrar cuán poco conocían al fundador del Oratorio, que no soportaba a los chismosos. Muy probablemente Santo Domingo reía de buena gana en esas ocasiones, pues era de un espíritu muy alegre, cosa que algunas veces le creó dificultades.
Si Domingo no tenía nada de chismoso, era en cambio muy hábil para contar cuentos; ello le daba gran ascendiente con sus compañeros, sobre todo con los más jóvenes. Fue en verdad una feliz providencia de Dios que Domingo cayese bajo la dirección de un director tan experimentado como Don Bosco.
Don Bosco alentaba su alegría, su estricto cumplimiento del deber de cada día y le impulsaba a participar en los juegos de los demás niños. Así, Santo Domingo podía decir con verdad: "No puedo hacer grandes cosas. Lo que quiero es hacer aun las más pequeñas para la mayor gloria de Dios."
"La religión debe ser como el aire que respiramos; no hay que cansar a los niños con demasiadas reglas y ejercicios de devoción" -solía decir Don Bosco-.
A partir de una predicación de Don Bosco sobre la santidad se desata en su alma una verdadera efervescencia. Realiza un gran descubrimiento: ¡Dios le quiere santo! Y da su explicación:
Por un momento Domingo piensa imitar a los santos en sus prácticas de penitencia y en unas prolongadas y extraordinarias prácticas de piedad. Pero aquí interviene su guía espiritual Don Bosco, prohibió a Domingo que hiciese mortificaciones corporales sin permiso expreso, diciéndole: "La penitencia que Dios quiere es la obediencia. Cada día se presentan mil oportunidades de sacrificarse alegremente: el calor, el frío, la enfermedad, el mal carácter de los otros. La vida de escuela constituye una mortificación suficiente para un niño".
Una noche Don Bosco encontró a Domingo temblando de frío en la cama, sin más cobertor que una sábana. "¿Te has vuelto loco? -le preguntó- Vas a coger una pulmonía." Domingo respondió: "No lo creo. Nuestro Señor no cogió ninguna pulmonía en el establo de Belén". La delicada salud de Domingo empezó a debilitarse y en 1857, fue enviado a Mondonio para cambiar de aire. Los médicos diagnosticaron que padecía de una inflamación en los pulmones y decidieron sangrarlo, según se acostumbraba en aquella época. El tratamiento no hizo más que precipitar el desenlace. Domingo recibió los últimos sacramentos y, al anochecer del 9 de marzo, rogó a su padre que recitara las oraciones por los agonizantes. Ya hacia el fin, trató de incorporarse y murmuró: "Adiós, papá ... El padre me dijo una cosa ... pero no puedo recordarla . . ." Súbitamente su rostro se transfiguró con una sonrisa de gozo, y exclamó: "¡Estoy viendo cosas maravillosas!" Esas fueron sus últimas palabras.
La causa de beatificación de Domingo se introdujo en 1914. Al principio despertó cierta oposición, por razón de la corta edad del santo. Pero el Papa Pío X consideró, por el contrario, que eso constituía un argumento en su favor y su punto de vista se impuso.
Si dentro de tu inquieta juventud, buscas un ejemplo de santidad que denote tus acciones en la vida, que mejor ejemplo que aquel joven santo que lleno de un espíritu de convicción y dedicación, supo dentro de su temprana edad, tomar decisiones concretas para dar a conocer a otros jóvenes el evangelio vivo de Jesús en cada acción.
Poco después de su llegada al Oratorio, Domingo tuvo oportunidad de impedir que dos chicos se peleasen a pedradas. Presentándoles su pequeño crucifijo, les dijo:
"Antes de empezar, mirad a Cristo y decid: -Jesucristo, que era inocente, murió perdonando a sus verdugos; yo soy un pecador y voy a ofender a Cristo tratando de vengarme deliberadamente-. Después podéis empezar arrojando vuestra primera piedra contra mí".
Los dos bribonzuelos quedaron avergonzados.
Domingo observaba escrupulosamente el reglamento; por supuesto, algunos de sus compañeros llevaban a mal que el santo quisiese que ellos observasen el reglamento en la misma forma. Le llamaban chismoso y le decían: "Corre a acusarnos con Don Bosco"; con lo cual no hacían sino mostrar cuán poco conocían al fundador del Oratorio, que no soportaba a los chismosos. Muy probablemente Santo Domingo reía de buena gana en esas ocasiones, pues era de un espíritu muy alegre, cosa que algunas veces le creó dificultades.
Si Domingo no tenía nada de chismoso, era en cambio muy hábil para contar cuentos; ello le daba gran ascendiente con sus compañeros, sobre todo con los más jóvenes. Fue en verdad una feliz providencia de Dios que Domingo cayese bajo la dirección de un director tan experimentado como Don Bosco.
Don Bosco alentaba su alegría, su estricto cumplimiento del deber de cada día y le impulsaba a participar en los juegos de los demás niños. Así, Santo Domingo podía decir con verdad: "No puedo hacer grandes cosas. Lo que quiero es hacer aun las más pequeñas para la mayor gloria de Dios."
"La religión debe ser como el aire que respiramos; no hay que cansar a los niños con demasiadas reglas y ejercicios de devoción" -solía decir Don Bosco-.
A partir de una predicación de Don Bosco sobre la santidad se desata en su alma una verdadera efervescencia. Realiza un gran descubrimiento: ¡Dios le quiere santo! Y da su explicación:
“Yo quiero entregarme todo al Señor. Yo debo y quiero pertenecer todo al Señor”.
Por un momento Domingo piensa imitar a los santos en sus prácticas de penitencia y en unas prolongadas y extraordinarias prácticas de piedad. Pero aquí interviene su guía espiritual Don Bosco, prohibió a Domingo que hiciese mortificaciones corporales sin permiso expreso, diciéndole: "La penitencia que Dios quiere es la obediencia. Cada día se presentan mil oportunidades de sacrificarse alegremente: el calor, el frío, la enfermedad, el mal carácter de los otros. La vida de escuela constituye una mortificación suficiente para un niño".
Una noche Don Bosco encontró a Domingo temblando de frío en la cama, sin más cobertor que una sábana. "¿Te has vuelto loco? -le preguntó- Vas a coger una pulmonía." Domingo respondió: "No lo creo. Nuestro Señor no cogió ninguna pulmonía en el establo de Belén". La delicada salud de Domingo empezó a debilitarse y en 1857, fue enviado a Mondonio para cambiar de aire. Los médicos diagnosticaron que padecía de una inflamación en los pulmones y decidieron sangrarlo, según se acostumbraba en aquella época. El tratamiento no hizo más que precipitar el desenlace. Domingo recibió los últimos sacramentos y, al anochecer del 9 de marzo, rogó a su padre que recitara las oraciones por los agonizantes. Ya hacia el fin, trató de incorporarse y murmuró: "Adiós, papá ... El padre me dijo una cosa ... pero no puedo recordarla . . ." Súbitamente su rostro se transfiguró con una sonrisa de gozo, y exclamó: "¡Estoy viendo cosas maravillosas!" Esas fueron sus últimas palabras.
La causa de beatificación de Domingo se introdujo en 1914. Al principio despertó cierta oposición, por razón de la corta edad del santo. Pero el Papa Pío X consideró, por el contrario, que eso constituía un argumento en su favor y su punto de vista se impuso.
Si dentro de tu inquieta juventud, buscas un ejemplo de santidad que denote tus acciones en la vida, que mejor ejemplo que aquel joven santo que lleno de un espíritu de convicción y dedicación, supo dentro de su temprana edad, tomar decisiones concretas para dar a conocer a otros jóvenes el evangelio vivo de Jesús en cada acción.
Sí, te estoy hablando de un joven como vos, quien supo buscar y a la vez encontrar al Señor dentro de la obediencia que él tenía inculcada por su director espiritual Don Bosco, quien alentaba con constante alegría, su estricto cumplimiento del deber de cada día y le impulsaba a participar en los juegos de los demás jóvenes.
Así, Santo Domingo podía decir con verdad: "No puedo hacer grandes cosas. Lo que quiero es hacer aun las más pequeñas para la mayor gloria de Dios."
Así, Santo Domingo podía decir con verdad: "No puedo hacer grandes cosas. Lo que quiero es hacer aun las más pequeñas para la mayor gloria de Dios."
Sí joven, acuérdate de la simplicidad de las cosas, en aquellos que en especial agradan a Dios.
Sé tú mismo y esmérate por una entrega sin temor, abandónate del todo y confía tus proyectos al Señor. Consagra tu juventud al servicio, en tu comunidad base y Arquidiócesis. Que una de tus "distracciones" sea la oración, cómo lo decía Domingo Savio, quien se pasaba horas orando y meditando.
Anímense a seguir este ejemplo de santidad en esta etapa crucial de sus vidas, sean semillas que germina en un mañana mejor y den testimonio de vida a quienes aún no conocen al Señor. Domingo Savio nos enseña que dentro del temor de Dios, el cual es un don del Espíritu Santo, estamos llamados a trabajar en su viña y a aborrecer el pecado.
Pide a Dios que nos de la gracia para santificar nuestras obligaciones diarias, llevándolas a cabo de manera perfecta por amor a El.
Encomendamos nuestra vida a aquella quien otorga la intersección por excelencia:
Amado Santo Domingo,
tu entregaste tu corta vida
totalmente por el amor a Jesús
y su Madre.
Ayuda hoy a la juventud
para que se de cuenta
de la importancia de Dios en su vida.
Tu que llegaste a ser santo
a través de la participación fervorosa
de los sacramentos,
ilumina a padres y niños
en la importancia de la frecuencia
en la confesión y santa comunión.
Tu que a una temprana edad
meditaste en los sufrimientos
de la Pasión de Nuestro Señor,
obten para nosotros
la gracia de un ferviente deseo
de sufrir por amor a El.
Necesitamos desesperadamente
tu intercesión para proteger
a los niños de hoy de los engaños de este mundo.
Vigila sobre ellos
y condúceles por el camino estrecho
hacia el Cielo.
Pide a Dios que nos de la gracia
para santificar nuestras obligaciones diarias
llevándolas a cabo de manera perfecta
por amor a El.
Y recuérdanos la necesidad
de practicar la virtud
sobre todo en los tiempos
de prueba y tribulación.
Santo Domingo Savio,
tu que supistes preservar el corazón
en la inocencia bautismal,
ruega por nosostros.
Amén.
Pide a Dios que nos de la gracia para santificar nuestras obligaciones diarias, llevándolas a cabo de manera perfecta por amor a El.
Encomendamos nuestra vida a aquella quien otorga la intersección por excelencia:
"María, te doy mi corazón, haz que sea siempre tuyo.." - Santo Domingo Savio.
Amado Santo Domingo,
tu entregaste tu corta vida
totalmente por el amor a Jesús
y su Madre.
Ayuda hoy a la juventud
para que se de cuenta
de la importancia de Dios en su vida.
Tu que llegaste a ser santo
a través de la participación fervorosa
de los sacramentos,
ilumina a padres y niños
en la importancia de la frecuencia
en la confesión y santa comunión.
Tu que a una temprana edad
meditaste en los sufrimientos
de la Pasión de Nuestro Señor,
obten para nosotros
la gracia de un ferviente deseo
de sufrir por amor a El.
Necesitamos desesperadamente
tu intercesión para proteger
a los niños de hoy de los engaños de este mundo.
Vigila sobre ellos
y condúceles por el camino estrecho
hacia el Cielo.
Pide a Dios que nos de la gracia
para santificar nuestras obligaciones diarias
llevándolas a cabo de manera perfecta
por amor a El.
Y recuérdanos la necesidad
de practicar la virtud
sobre todo en los tiempos
de prueba y tribulación.
Santo Domingo Savio,
tu que supistes preservar el corazón
en la inocencia bautismal,
ruega por nosostros.
Amén.
Autor: José Espinola,Coordinador de la PJ de Santísimo Sacramento.
Nominamos a: Clara Garay, Coordinadora de la PJA al siguiente #Santoschallenge.
No hay comentarios:
Publicar un comentario