lunes, 18 de mayo de 2020

37) San José

San José


José nació probablemente a Belén, su padre se llamó Jacob (Mateo 1,16) y parece que era el tercero de seis hermanos.

La tradición nos transmite la figura del joven José como un muchacho de mucho talento y un temperamento humilde, dócil y devoto.

José era un carpintero que vivía en Nazaret. Según la tradición, cuando tenía alrededor de treinta años, fue convocado por los sacerdotes al templo, con otros solteros de la tribu de David, para tomar esposa. Los sacerdotes ofrecieron a cada uno de los pretendientes una rama y comunicaron que la Virgen María de Nazaret habría de casarse con aquel cuya rama desarrollase un brote. "Y saldrá una rama de la raíz de Jesse, y una flor saldrá de su raíz" (Is. 11,1). Sólo la rama de José floreció y de ese modo fue reconocido como novio destinado por el Señor a la Santa Virgen.

María, a la edad de 14 años, fue dada por esposa a José, sin embargo, ella siguió viviendo en la casa de su familia de Nazaret de Galilea por un año, el tiempo requerido por los hebreos entre el casamiento y la entrada en la casa del esposo. Fue precisamente en este lugar donde María recibió el anuncio del Ángel y aceptó: "He aquí a la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra."

José fue el padre terreno de Jesús y, como tal, tuvo que cubrir las necesidades de la familia, proteger y criar a su hijo adoptivo, siempre dispuesto a satisfacer la voluntad de Dios conociendo, en parte, algunos de sus designios.

Dios no le dice nada, no le da explicaciones, pero él obedece. Ha dicho siempre , con la vida, no con las palabras. Frente a Dios nunca ha habido preguntas o dudas.

¡Cuán fecundo es este silencio! Dios habla y San José hace:
"No temas...", y él no teme, todos los dramas están terminados.
"Levántate", y él se levanta y emprende el camino.
"Vuelve...", y él ya está de regreso.
¡Esta obediencia inmediata de San José a todas las indicaciones del Señor, nos demuestra su bella disposición interior! 

Es estupendo este ejemplo de San José que, siendo también jefe de familia, se pone simplemente a su servicio con una familiaridad basada en el abandono y la continua entrega. San José no mide la vida de Jesús y de la Virgen de acuerdo a sus propias exigencias, sino que pone su vida al servicio de ellos. No parte para Egipto, cuando es cómodo para él, sino cuando los intereses de Jesús lo requieren.

San José es un laico en el más profundo sentido de la palabra. Es un hombre como todos. El Verbo se encarna en una familia en la que San José es el jefe y vive en la realidad de las criaturas humanas, en la condición más universal, que es la del trabajo y de la pobreza. San José nos enseña cómo ofrecer a Cristo el servicio de una vida totalmente insertada en la realidad terrena.

Su patronato va más allá de un simple triunfo, ya que proviene de una realidad inferior. San José nos hace comprender el contenido del servicio para el Reino y nos ayuda a formar parte de la historia de la salvación. Aquellos que creen en Cristo, le obedecen y confían en él.

San José forma parte del misterio de la encarnación del Verbo por iniciativa de Dios:

· San José es el esposo de María
· San José será el padre adoptivo de Jesús
· San José presidirá la familia de Nazaret, la sostendrá con su trabajo, la defenderá y la protegerá, sin protagonismo, dejando a Dios ser en él.


José, murió poco antes de que su Hijo empezara la predicación y la vida pública de Jesús. No vio la pasión de Jesús sobre el Gólgota probablemente porque no hubiera podido soportar el atroz dolor de la crucifixión de su Hijo tan amado. 



El culto a San José comenzó posiblemente entre las comunidades cristianas de Egipto.

En Occidente fueron los servitas, una orden mendicante, quienes en el siglo XIV comenzaron a festejar el 19 de marzo como la fecha de la muerte de San José, y esta devoción tendría luego impulsores como el papa Sixto IV y la mística española Santa Teresa de Jesús.

El papa Pío IX lo declaró patrono de la Iglesia universal el año 1870, es también patrono de los carpinteros y de los moribundos. Casi cien años después, en 1955, Pío XII instituyó la fiesta de San José Obrero el 1 de mayo.



A ti, bienaventurado San José, acudimos en nuestra tribulación; y después de invocar el auxilio de tu Santísima Esposa solicitamos también confiados tu patrocinio. Por aquella caridad que con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, te tuvo unido, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.

Protege, Providentísimo Custodio de la Sagrada Familia la escogida descendencia de Jesucristo; aparta de nosotros toda mancha de error y corrupción; asístenos propicio, desde el cielo, fortísimo libertador nuestro, en esta lucha con el poder de las tinieblas: y, como en otro tiempo librasteis al Niño Jesús del inminente peligro de la vida, así ahora, defiende a la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, ya cada uno de nosotros protégenos con el perpetuo patrocinio, para que, a tu ejemplo y sostenidos por tu auxilio, podamos santamente vivir y piadosamente morir y alcanzar en el cielo la eterna felicidad.

Amén.

Autor: Dominga Pereira - Subcoordinadora PJ San José - Dk10

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