Santa Hildegarda Von Bingen
“Como nubes ondeantes, como el gorgoteo incesante del arroyo. El anhelo del espíritu nunca se puede calmar”
Considerada una de las personalidades más influyentes, polifacéticas y fascinantes de la Baja Edad Media y de la historia de Occidente, es también de las figuras más ilustres del monacato femenino y quizás quien mejor ejemplificó el ideal benedictino, al estar dotada de una inteligencia y cultura fuera de lo común, comprometida con la reforma gregoriana y al ser una de las escritoras de mayor producción de su tiempo. Además es considerada por muchos expertos como la madre de la historia natural.
Hildegarda nació en Bermersheim, en el valle del Rin (actualmente Renania-Palatinado, Alemania), durante el verano del año 1098. Su familia era noble y contaban ya con nueve hijos cuando ella llegó al mundo. De este modo, y como era la costumbre en aquella época, el décimo vástago debía ser entregado a la Iglesia, por eso fue considerada como el diezmo para Dios, entregada como oblata y consagrada desde su nacimiento a la actividad religiosa, según la mentalidad medieval. Y así fue como se inició su particular y destino.
Ya desde la primera infancia evidenció una salud delicada. De esta manera, fue dedicada por sus padres a la vida religiosa y entregada para su educación durante sus primeros años por una abadesa, la condesa Judith de Spanheim (Jutta), quien le transmitió el amor por la música y le enseñó a leer latín, pero no a escribir. Algo que Hildegar von Bingen acabó aprendiendo por sí misma.
Durante algunos años maestra y discípula vivieron en el castillo de Spanheim. Cuando Hildegarda cumplió catorce años, ambas se enclaustraron en el monasterio de Disibodenberg. Este monasterio era masculino, pero acogió a un pequeño grupo de enclaustradas en una celda anexa, bajo la dirección de Judith. La ceremonia de clausura solemne fue celebrada el 1 de noviembre de 1112 y en ella participaron Hildegarda, Judith y otra enclaustrada más, también infante. En 1114, la celda se transformó en un pequeño monasterio, a fin de poder albergar el creciente número de vocaciones. En ese mismo año, Hildegarda emitió la profesión religiosa bajo la regla benedictina, recibiendo el velo de manos del obispo Otón de Bamberg. De esta manera continuó su educación monástica rudimentaria dirigida por Judith.
Judith murió en 1136, con fama de santidad tras haber llevado una vida de mucha austeridad y ascesis, que incluía largos ayunos y penitencias corporales. Hildegarda, a pesar de su juventud, fue elegida abadesa (magistra) de manera unánime por la comunidad de monjas.
La visión que trasformó todo.
Cuando Hildegar Von Bingen llegó a la edad adulta, sus dolencias desaparecieron. Fue un despertar, porque en ese momento en el que por fin dejó de ser cautiva de su propio cuerpo, tuvo la oportunidad de centrar su mente en aquello que le apasionaba: el conocimiento.
Tuvo la suerte de que como monja benedictina de un monasterio alemán, era común que llegaran abundantes libros sobre cosmologías griegas para ser traducidas. A su alcance tuvo volúmenes de ciencia, de historia natural… Sumergirse en esos universos de saber le permitió dos cosas: la primera, instruirse; la segunda, desarrollar una visión científica.
Asimismo, a pesar de que sus enfermedades habían remitido, no ocurrió lo mismo con sus visiones. Se intensificaron. No obstante, solo la abadesa Jutta y su mentor, el monje Volmar de Disobodenberg conocían aquellas experiencias. Fue al cumplir los 38 años cuando tuvo su mayor revelación. En una de esas visiones se veía a sí misma envuelta en luces. Una voz interna le dijo entonces cuál debía ser su designio: escribir, transmitir conocimiento al mundo.
Asimismo, a pesar de que sus enfermedades habían remitido, no ocurrió lo mismo con sus visiones. Se intensificaron. No obstante, solo la abadesa Jutta y su mentor, el monje Volmar de Disobodenberg conocían aquellas experiencias. Fue al cumplir los 38 años cuando tuvo su mayor revelación. En una de esas visiones se veía a sí misma envuelta en luces. Una voz interna le dijo entonces cuál debía ser su designio: escribir, transmitir conocimiento al mundo.
«No oigo estas cosas ni con los oídos corporales ni con los pensamientos de mi corazón, ni percibo nada por el encuentro de mis cinco sentidos, sino en el alma, con los ojos exteriores abiertos, de tal manera que nunca he sufrido la ausencia del éxtasis. Veo estas cosas despierta, tanto de día como de noche.»
- Hildegard al monje Guibert. Ep. CIII
Una abadesa erudita con el permiso papal.
Poco después de aquella visión, la abadesa Jutta falleció y Hildegard von Bingen asumió su cargo. A su vez, el Papa fue finalmente informado de las experiencias místicas que había tenido. Debió quedar tan impactado que le concedió el derecho a escribir, la oportunidad de registrar todo lo que se le había revelado en esas 16 visiones experimentadas a lo largo de su vida.
Hildegard escribió su primer libro en 1141. Era Liber Scivias, donde hablaba de un tipo de cosmología basada en la tradición griega. La Tierra, era una esfera compuesta por cuatro elementos: viento, fuego, aire y agua. A su vez, este cuerpo celeste estaba rodeado de distintas capas de aire y agua. Todo muy llamativo a la vez que revelador, tal y como podemos intuir.
Asimismo, cabe señalar que al tener el permiso papal para redactar esos tratados, pudo librarse sin duda de ser acusada de herejía. La abadesa Hildegard Von Bingen era para muchos, la voz de Dios. En una sociedad guiada aún por la superstición, ella tuvo una oportunidad excepcional de la que otros carecieron y que, sin duda, supo aprovechar.
La sibila del Rin
Contar con el favor de la Iglesia contribuyó sin duda a que los trabajos realizados por Hildegard von Bingen fueran apreciados en toda Europa. De tal modo, que su fama se extendió en poco tiempo hasta el punto de ser conocida como la «Sibila del Rin». Ahora bien, su ansia de conocimiento y su necesidad por transmitirlos no terminaba ahí.
Era una mujer de carácter con ideas muy claras sobre lo que deseaba. Aspiraba a dejar el monasterio de Disobodenberg y crear el suyo propio. De tal modo, que tal determinación se convirtió, finalmente, en realidad, al alzar el convento benedictino de Mount St. Rupert, ubicado cerca de Bingen, Alemania.
A partir de 1150 Hildegard von Bingen profundiza en el estudio de la medicina natural y se convierte en sanadora. Al cumplir los cincuenta años, empieza a viajar por Europa con un fin tan noble como elevado: defenderla paz y a su vez, difundir sus ideas sobre ciencia y medicina.
El contenido de su predicación giraba en torno a la redención, la conversión y la reforma del clero, criticando duramente la corrupción eclesiástica, además de oponerse firmemente a los cátaros; al condenar las doctrinas de estos, proponía el combate de sus errores mediante la predicación y la edificación del clero.
Asimismo, cabe señalar que al tener el permiso papal para redactar esos tratados, pudo librarse sin duda de ser acusada de herejía. La abadesa Hildegard Von Bingen era para muchos, la voz de Dios. En una sociedad guiada aún por la superstición, ella tuvo una oportunidad excepcional de la que otros carecieron y que, sin duda, supo aprovechar.
La sibila del Rin
Contar con el favor de la Iglesia contribuyó sin duda a que los trabajos realizados por Hildegard von Bingen fueran apreciados en toda Europa. De tal modo, que su fama se extendió en poco tiempo hasta el punto de ser conocida como la «Sibila del Rin». Ahora bien, su ansia de conocimiento y su necesidad por transmitirlos no terminaba ahí.
Era una mujer de carácter con ideas muy claras sobre lo que deseaba. Aspiraba a dejar el monasterio de Disobodenberg y crear el suyo propio. De tal modo, que tal determinación se convirtió, finalmente, en realidad, al alzar el convento benedictino de Mount St. Rupert, ubicado cerca de Bingen, Alemania.
A partir de 1150 Hildegard von Bingen profundiza en el estudio de la medicina natural y se convierte en sanadora. Al cumplir los cincuenta años, empieza a viajar por Europa con un fin tan noble como elevado: defenderla paz y a su vez, difundir sus ideas sobre ciencia y medicina.
El contenido de su predicación giraba en torno a la redención, la conversión y la reforma del clero, criticando duramente la corrupción eclesiástica, además de oponerse firmemente a los cátaros; al condenar las doctrinas de estos, proponía el combate de sus errores mediante la predicación y la edificación del clero.
“Aún en un mundo que naufraga. Permanece fuerte y valiente”
Obras escritas
De las obras religiosas que escribió Hildegarda, destacan tres de carácter teológico:
Scivias, sobre teología dogmática;
Liber vite meritorum, sobre teología moral;
y Liber divinorum operum, sobre cosmología, antropología y teodicea.
Esta trilogía forma el mayor corpus de las obras y pensamiento de la visionaria del Rin.
Se ha comprobado la autoría de alrededor de 300 cartas, donde toca temas de lo más variado: teología, espiritualidad, política, remedios curativos, consejos sobre la vida monástica y clerical, entre otros temas que le consultaban. El estilo en sus cartas es, en ocasiones, igual de simbólico que en sus escritos visionarios, ya que llega a proporcionar consejos con la misma autoridad y en nombre de la voz divina que dictaba sus visiones, Dios.
En lo que se refiere a sus escritos hagiográficos, se encuentra la Vita sancti Disibodi (Vida de san Disibodo) escrita hacia 1170 a petición de Helenger, abad del monasterio de Disibodenberg, donde trata la vida y obra del eremita irlandés Disibodo que terminó su vida en las cercanías del monasterio que aquel presidía.
Se ha comprobado la autoría de alrededor de 300 cartas, donde toca temas de lo más variado: teología, espiritualidad, política, remedios curativos, consejos sobre la vida monástica y clerical, entre otros temas que le consultaban. El estilo en sus cartas es, en ocasiones, igual de simbólico que en sus escritos visionarios, ya que llega a proporcionar consejos con la misma autoridad y en nombre de la voz divina que dictaba sus visiones, Dios.
En lo que se refiere a sus escritos hagiográficos, se encuentra la Vita sancti Disibodi (Vida de san Disibodo) escrita hacia 1170 a petición de Helenger, abad del monasterio de Disibodenberg, donde trata la vida y obra del eremita irlandés Disibodo que terminó su vida en las cercanías del monasterio que aquel presidía.
Por las mismas fechas escribe la Vita sancti Ruperti para documentar la vida del santo patrón del monasterio fundado en la colina donde supuestamente descansaban las reliquias de Ruperto de Bingen.
Escribió, además, una explicación de la regla de san Benito (Explanatio regule s. Benedicti) y otra del Símbolo atanasiano (Explanatio symboli s. Athanasii).
Además escribió obras de carácter científico: Liber simplicis medicine o Physica, es un libro sobre medicina, divido en nueve libros sobre las correspondientes propiedades curativas de plantas, elementos, árboles, piedras, peces, aves, animales, reptiles y metales. El más amplio de tales capítulos es el primero dedicado a las plantas, lo que indica que Hildegard tenía amplio conocimiento en su aplicación terapéutica desde una perspectiva holística.
Escribió, además, una explicación de la regla de san Benito (Explanatio regule s. Benedicti) y otra del Símbolo atanasiano (Explanatio symboli s. Athanasii).
Además escribió obras de carácter científico: Liber simplicis medicine o Physica, es un libro sobre medicina, divido en nueve libros sobre las correspondientes propiedades curativas de plantas, elementos, árboles, piedras, peces, aves, animales, reptiles y metales. El más amplio de tales capítulos es el primero dedicado a las plantas, lo que indica que Hildegard tenía amplio conocimiento en su aplicación terapéutica desde una perspectiva holística.
En este libro aplica la difundida teoría médica medieval de los humores que relaciona con la idea de que la constitución de los seres a partir del plan divino se realiza a través de cuatro elementos constitutivos, cuyo equilibrio determina la salud o enfermedad del individuo. El Liber composite medicine o Cause et cure, sobre el origen de las enfermedades y su tratamiento.
Obras musicales
Lo prolífico de la obra musical de Hildegarda permite establecer la importancia que para la sibila del Rin tuvieron la música y el canto. Hildegarda explica que el canto es una manifestación del espíritu divino en el hombre, que con ello recuerda vagamente la bienaventuranza de Adán en el paraíso, quien participaba de la voz y el canto de los ángeles en alabanza a Dios.
Hildegarda compuso setenta y ocho obras musicales, agrupadas en Symphonia armonie celestium revelationum (Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestes): 43 antífonas, 18 responsorios, 4 himnos, 7 secuencias, 2 sinfonías (con el significado propio del siglo XII), 1 aleluya, 1 kyrie, 1 pieza libre y 1 oratorio (fascinante, pues el oratorio se inventó en el siglo XVII). Además, compuso un auto sacramental musicalizado llamado Ordo Virtutum ("Orden de las virtudes", en latín), sobre las virtudes.
Profetisa y santa.
Hildegard von Bingen falleció el 17 de septiembre de 1179 a los 81 años de edad habiendo cubierto una cuota de vida ampliamente aprovechada. Las crónicas hagiográficas cuentan que a la hora de su muerte aparecieron dos arcos muy brillantes y de diferentes colores que formaban una cruz en el cielo.
En 1940 se aprobó oficialmente su celebración para las iglesias locales. Con motivo del 800 aniversario de su muerte, Juan Pablo II se refirió a ella como profetisa y santa. De la misma manera, en 2006, el papa Benedicto XVI también se refirió a Hildegarda como santa y la encomió como una de las grandes mujeres de la cristiandad junto con Catalina de Siena, Teresa de Ávila y la madre Teresa de Calcuta.
De hecho, en el 2010, el Papa Benedicto se refirió a ella como la profetisa y santa Hildegarda von Bingen, hasta el punto de que más tarde en diciembre del 2011, se le daría el título de “DOCTORA DE LA IGLESIA”. Una figura como vemos de gran trascendencia que bien merece ser recordada.
Obras musicales
Lo prolífico de la obra musical de Hildegarda permite establecer la importancia que para la sibila del Rin tuvieron la música y el canto. Hildegarda explica que el canto es una manifestación del espíritu divino en el hombre, que con ello recuerda vagamente la bienaventuranza de Adán en el paraíso, quien participaba de la voz y el canto de los ángeles en alabanza a Dios.
Hildegarda compuso setenta y ocho obras musicales, agrupadas en Symphonia armonie celestium revelationum (Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestes): 43 antífonas, 18 responsorios, 4 himnos, 7 secuencias, 2 sinfonías (con el significado propio del siglo XII), 1 aleluya, 1 kyrie, 1 pieza libre y 1 oratorio (fascinante, pues el oratorio se inventó en el siglo XVII). Además, compuso un auto sacramental musicalizado llamado Ordo Virtutum ("Orden de las virtudes", en latín), sobre las virtudes.
Profetisa y santa.
Hildegard von Bingen falleció el 17 de septiembre de 1179 a los 81 años de edad habiendo cubierto una cuota de vida ampliamente aprovechada. Las crónicas hagiográficas cuentan que a la hora de su muerte aparecieron dos arcos muy brillantes y de diferentes colores que formaban una cruz en el cielo.
En 1940 se aprobó oficialmente su celebración para las iglesias locales. Con motivo del 800 aniversario de su muerte, Juan Pablo II se refirió a ella como profetisa y santa. De la misma manera, en 2006, el papa Benedicto XVI también se refirió a Hildegarda como santa y la encomió como una de las grandes mujeres de la cristiandad junto con Catalina de Siena, Teresa de Ávila y la madre Teresa de Calcuta.
De hecho, en el 2010, el Papa Benedicto se refirió a ella como la profetisa y santa Hildegarda von Bingen, hasta el punto de que más tarde en diciembre del 2011, se le daría el título de “DOCTORA DE LA IGLESIA”. Una figura como vemos de gran trascendencia que bien merece ser recordada.
El 7 de octubre de 2012, durante la misa de apertura del Sínodo de los obispos en la Basílica de San Pedro en Roma, se realizó la proclamación oficial por el cual se le concedió el título de “DOCTORA DE LA IGLESIA UNIVERSAL” junto con san Juan de Ávila por el papa Benedicto XVI.
Me vuelvo a Ti, Padre mío,
No me dejaré influir por mi perversa voluntad propia.
Quiero creer en Ti, Señor mío, al Uno en Tres personas adoraré y veneraré y te enviaré mi confianza.
Llevaré tu nombre en el corazón en la Eternidad.
Oracion de Santa Hildegarda para la búsqueda de Dios (Scivias, II,8,3-5)
Autor: Tatiana Martinez-Representante de la Pj de San Jose Obrero-Dk11
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