SAN JUAN DE LA CRUZ
Pronto mueren su padre y el segundo de sus hermanos, probablemente a consecuencia de la crisis agraria y del hambre presente en Castilla por los años cuarenta del siglo XVI. La infancia y adolescencia de Juan de Yepes se desenvuelven en un ambiente de marcada pobreza, que podría calificarse de auténtica miseria.
Recibe ayuda de instituciones de caridad, y así asiste al Colegio de los Niños de la Doctrina, ayudando en el convento, en Misa y a los Oficios, acompañando los entierros y pidiendo limosna. En este centro, recibe una preparación elemental, que le rescata del analfabetismo. Al mismo tiempo trabaja en el hospital de Nuestra Señora de la Concepción de Medina, especializado en la curación de enfermedades venéreas contagiosas.
La vocación religiosa le lleva, con 21 años, a ingresar en los Carmelitas de Medina, con el nombre de Fray Juan de Santo Matías. Su vocación es claramente contemplativa. Se ordena como sacerdote en la primavera de 1567, y se decide a ingresar en la Cartuja, orden eremítica alejada de la inestabilidad de su orden en un momento de reforma del Carmelo.
En medio de esta crisis se produce el decisivo encuentro con Santa Teresa de Jesús, en otoño de 1567 en Medina. En agosto de 1568 abandona Salamanca para acompañar a Teresa de Jesús en su fundación femenina de Valladolid. Poco después funda el primer convento masculino de la orden del Carmelo Descalzo, según la Regla primitiva y no mitigada de la Orden del Carmen, el 28 de noviembre de 1568, ceremonia en la que cambia su nombre por el de fray Juan de la Cruz.
En la primavera de 1572 Santa Teresa lo reclama como Vicario y confesor de las monjas de la Encarnación, donde permanece hasta diciembre de 1577, acompañando a Santa Teresa en la fundación de diversos conventos de Descalzas, como el de Segovia.
En 1575 el Capítulo General de los Carmelitas, reunido en Piacenza, envía un Visitador de la Orden para Calzados y Descalzos, el P. Jerónimo Tostado, con el objetivo de suprimir los conventos fundados sin licencia del General y de recluir a la Teresa de Jesús en un convento elegido por ella.
En este contexto, la noche del 3 de diciembre de 1577, Juan de la Cruz es apresado y trasladado al convento de frailes carmelitas de Toledo, donde comparece ante un tribunal de frailes calzados que le conmina a retractarse de la Reforma Teresiana. Al negarse, es declarado rebelde y contumaz.
Es encerrado en una oscura y angosta celda durante más de ocho meses. En un estado de abandono total, que a otros habría llevado a la locura, Juan de la Cruz escribe una grandísima poesía de amor: las primeras 31 estrofas del Cántico Espiritual (el denominado protocántico), a la vez que los Romances y el poema de la «Fonte».
La presión psicológica por parte de los carceleros, las dudas sobre la licitud de la empresa teresiana, el sentimiento de desamparo, la angustia por el aparente olvido de los amigos (desconocedor de los desvelos de Santa Teresa y de sus gestiones en la corte), el profundo y progresivo desgaste físico unido al temor a una muerte no descartable en tales circunstancias son, sin duda, elementos determinantes para la concepción del mayor de sus símbolos literarios, el de la Noche Oscura. En este sentido, la prisión toledana, con su soledad y silencio extremos, potencian la fuerza generadora de la palabra poética.
Al cabo de estos meses, con el íntimo convencimiento de que nunca será liberado y de que la prolongación de su cautiverio sólo puede acarrearle un desenlace fatal y absurdo, Juan de la Cruz planea cuidadosamente su fuga, y logra evadirse de la prisión en medio de la noche y, a escondidas. Llega al convento de carmelitas descalzas, en la misma ciudad del Tajo, muy próximas a su prisión, y ellas le trasladan al Hospital de Santa Cruz, donde convalece mes y medio. Las incidencias de aquella huida nocturna, preñada de angustia, quedan como un poso latente en el poema de la Noche Oscura.
Ya en 1580 se erige el Carmelo Descalzo como provincia exenta. Aunque no será hasta 1588 (muerta ya Santa Teresa) cuando logre ser Orden independiente.
En marzo toma posesión del Priorato de los Mártires, donde permanecerá hasta 1588, el periodo más largo de su vida como religioso descalzo. En este convento situado a espaldas de la Alhambra y de Sierra Nevada, recibe la noticia de la muerte de la Madre Teresa en octubre de 1582. Se conserva aún en el actual Carmen de los Mártires un pequeño acueducto construido por el Santo, así como un cedro centenario que, según la tradición plantó él mismo.
Siendo vicario provincial, San Juan, durante la visita al convento de Sevilla, había restringido a dos frailes sus licencias de salir a predicar. Inicialmente se sometieron, pero más adelante prefirieron seguir la corriente adversa a Juan y algunos llegaron hasta quemar sus cartas para no caer en desgracia. En medio de esa tempestad San Juan cayó enfermo.
El viaje empeora su salud, aunque sobrelleva su estado con gran paciencia. El superior le trató inhumanamente, prohibiendo a los frailes que le visiten, cambiando al enfermero que le atiende con cariño, y permitiéndole sólo comer los alimentos ordinarios sin hacerle llegar los que le traían las visitas.
Después de tres meses de sufrimientos muy agudos, el santo falleció el 14 de diciembre de 1591.
La muerte del santo trajo consigo la revalorización de su vida y tanto el clero como los fieles acudieron en masa a sus funerales. Dios quiso que se despejaran las tinieblas y se viese su vida auténtica para edificación de muchas almas. Sus restos fueron trasladados a Segovia, pues en dicho convento había sido superior por última vez.
El 25 de enero de 1675 Clemente X promulgó el Breve de beatificación. El 27 de diciembre de 1726 fue canonizado por Benedicto XIII. El 24 de agosto de 1926, aniversario del comienzo de la Reforma teresiana, fue proclamado Doctor de la Iglesia Universal por Pío XI.
Santa Teresa había visto en Juan un alma muy pura, a la que Dios había comunicado grandes tesoros de luz y cuya inteligencia había sido enriquecida por el cielo. Los escritos del santo justifican plenamente este juicio de Santa Teresa, particularmente los poemas de la «Subida al Monte Carmelo», la «Noche Oscura del Alma», la «Llama Viva de Amor» y el «Cántico Espiritual», con sus respectivos comentarios. Así lo reconoció la Iglesia en 1926, al proclamar doctor a San Juan de la Cruz por sus obras Místicas.
La doctrina de San Juan se resume en el amor del sufrimiento y el completo abandono del alma en Dios. Ello le hizo muy duro consigo mismo; en cambio, con los otros era bueno, amable y condescendiente. Por otra parte, el santo no ignoraba ni temía las cosas materiales, puesto que dijo: «Las cosas naturales son siempre hermosas; son como las migajas de la mesa del Señor.»
San Juan de la Cruz vivió la renuncia completa que predicó tan persuasivamente. Pero a diferencia de otros menores que él, fue «libre, como libre es el espíritu de Dios». Su objetivo no era la negación y el vacío, sino la plenitud del amor divino y la unión sustancial del alma con Dios. «Reunió en sí mismo la luz extática de la Sabiduría Divina con la locura estremecida de Cristo despreciado».
Vuestro emblema fue siempre padecer y ser despreciado.
¡Oh, si pudiese yo al menos resignarme en mis tribulaciones, ya que no soy tan generoso como tú en el padecer y ser despreciado!
A ti, pues, que en tantos sufrimientos fuisteis siempre paciente, resignado y gozoso, a ti me encomiendo para que me enseñéis a resignarme en mis muchas penas.
Tampoco me faltan fuertes pesares y pesadas cruces, y muy a menudo cansado y desalentado me quedo..., me abato..., y caigo.
Ten compasión de mí, y ayúdame a llevar con resignación y gozo mis cruces, con la mirada siempre vuelta al cielo.
Os tomo por protector mío, por mi maestro y mi guía aquí en la tierra, para ser vuestro compañero en la patria del Paraíso.
Amén.
Autor: TatianaLópez - Representante PJ Espíritu Santo - Dk1
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